jueves, 6 de junio de 2013

Anacreonte: Un poeta enamorado




Estoy enamorado de Cleóbulo,
y enloquezco por Cleóbulo,
y contemplo a Cleóbulo.

Flotando siempre entre deseos y amores, Anacreonte deja huella con su obra en la poesía universal. Versos que se dirigen a sus anhelados conquistados y conquistadas, que vislumbran compactos destellos de feliz enamoramiento.

Señor, con quien el domador Eros
y las Ninfas de ojos azules
y la tornasolada Afrodita
juegan, y recorres
las altas cumbres de las montañas,
de rodillas te suplico, y tú, propicio
ven a nosotros, y mi agradecida
plegaria escucha.
Y para Cleóbulo sé buen
consejero: que mi amor,
oh Dioniso, acepte.

Aquí están algunos versos de este encaprichado poeta de la ciudad de Teos, rogándole a los Dioses por sus bienqueridos jóvenes. Que no quepa duda de la gran capacidad de Anacreonte para inducir al lector a sus, ahora, insospechados escenarios.


También engrandece a la amistad...


No es amigo el que, junto a la crátera llena bebiendo vino,
contiendas y guerra lacrimosa narra,
sino quien, de las Musas y de Afrodita los dones espléndidos
mezclando, rememora el gozo amable. (Fr. 56).



Diego Daniel López

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